Así, diría el entrañable pero gruñón don
Fernando Fernán Gómez, si le preguntaran por la situación actual. ¡A la
mierda!, y seguiría con su vida haciendo lo que mejor sabía hacer: actuar,
escribir, meditar y blasfemar de cuando en vez, que dirían los ilustrados
anabaptistas.
Yo, que leo la prensa, mientras hago de
vientre, por aquello de las analogías, hoy me he vuelto a quedar pasmado…
Y es que le sigo dando vueltas al tema este
de Argentina y Bolivia. Le sigo dando vueltas porque uno lee noticias,
comentarios y opiniones y ya no sé si soy una mala persona, o solamente, persona.
Pero, aun siendo persona, tengo la conciencia más o menos tranquila. (More or
less, que diría el pérfido inglés).
Leía, les decía, que según algunos señores,
todos ellos españoles, defienden desafiantes y arrogantes lo hecho por los países
en cuestión, de tal guisa que argumentan que es completamente excusable y
éticamente correcto. Es devolverles lo que es suyo por derecho. Son sus
recursos naturales. Pero estas afirmaciones, quiero reafirmarme, no lo dicen
argentinos de pro, ni bolivianos de pro, ni políticos sudamericanos, ni la
confederación Bolivariana, ni gaitas en vinagre. Esto, sí, sí, esto lo dicen
españoles.
¡A la mierda, caballeros! ¿Cómo es posible
que antepongamos los intereses de nuestro país, su honor y honra a cuestiones
electoralistas, propagandísticas o simplemente “idiotisticas”? Somos españoles,
gorrinamente egoístas y envidiosos, panderetas y titiriteros. Eso somos.
Pero lo triste, es que me sigo sintiendo orgulloso
de ser español. Siempre. Incluso cuando no pasábamos de cuartos en los
mundiales de fútbol. Incluso, en el ochenta y dos. Me siento orgulloso de ser
español, de una raza que es una amalgama de razas y costumbres, con un lenguaje
vivo y rico, y una gastronomía de órdago. Me siento orgulloso de los verdes
valles de mi tierra, de las amarillentas tierras castellanas, llanas y
honestas, de castillos y molinos, hasta las ricas tierras de olivares…. Me
siento orgulloso, aunque, en ocasiones, como hoy, se me revuelven las tripas,
pensando, mientras “obro” en la taza del retrete, que otros que nacieron en mi
misma tierra, comen el mismo fruto que les ofrece y respiran el mismo aire que
huele a salitre y brea, renieguen de sus orígenes…
Ahora entiendo, porque mi bisabuelo que era
un visionario, se iba a la estación de trenes, allá, encima del “masculino”,
cuando este todavía era un proyecto en la memoria de alguno, y sentado en un
banco de madera se ponía a llorar.
Mi abuela, que sabía dónde encontrarlo, le
preguntaba.
-
¿Por qué lloras, Papá?
-
Porque es muy triste. – Decía enjuagándose las lágrimas. – Porque es
muy triste ver cómo se va el tren.
Lo que nadie sabía, es que mi bisabuelo
lloraba no porque se fuera el tren, sino porque lo estábamos perdiendo….
Aunque si lo meditamos bien, ¿qué podemos
pensar de un lugar donde los chiquillos mezclan la coca – cola con un gel
antiséptico contra la gripe A?
como siempre chapó!!!, no dejes de deleitarnos con tus pensamientos aunque estos sean en el water , jajajjajajaj
ResponderEliminarTambien contesto los comentarios desde el retrete, jojojo.
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