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lunes, 20 de enero de 2014

Los versos de Machado o el discurso sobre la desigualdad.

Hoy, creo, lo conveniente sería no hablar de política, ni de la situación actual. Lo suyo, lo convendrán conmigo, sería declamar unos versos de Machado, por aquello del tiempo que hace, gris y húmedo, tiempo de invierno; que me recuerda a cuando nuestro viejo profesor de tercero de E.G.B. lo leyó aquella tarde otoñal, y mientras lo escuchábamos, la mirada se nos distrajo a la ventana, desde donde se divisaba la ría, y los astilleros. Y parecía, ¡lo juro!, como si en lugar de recitar a Machado, estuviera describiendo el paisaje que fuera había.

[…] Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
 perseguidas por amor de lo que vuela,

—que todo es volar—,
 sonoras rebotando
 en los cristales en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,

 “Las Moscas”, Antonio Machado. […]

Eso sería lo suyo. Declamar poesía…, pero el tiempo de la poesía ha pasado para mí, por lo menos, hoy.

Así pues mientras perfilo estos renglones, que se me antojan, un tanto melancólicos en origen, en un frío anatómico forense del Condado de Montgomery, en Maryland (USA), reposan inertes los cuerpos de dos niños, a los cuales, su madre les dio matarile en el transcurso de un exorcismo. Podría preguntarme qué ronda por la cabeza de una madre para hacer eso. Incluso, podría preguntarme cómo llegó a la conclusión de que debía realizarse un exorcismo. Pero no lo haré. Dejo la información, tan fría y directa, como los menudos cadáveres en las camillas, para él que lo vea procedente lo procese. Yo no tengo ganas de procesarlo. Y cobardemente, meteré más tarde la cabeza en un agujero como los avestruces. Hay quien opina que los hombres descendemos del avestruz por nuestra cobardía, del asno por nuestra ostinación y de una piedra de granito por nuestra nula capacidad de empatizar. Una amalgama atrevida, un cruce genético, pienso, de difícil crédito, sobre todo en lo que a la “monta” se refiere; pues al final, Freud tenía razón, y todo se reduce al sexo.

 Y entonces, pasa. El famoso, miserable, en ocasiones entrañable, pero siempre sórdio efecto “dominó”. ¡Maldito! Y una cosa lleva a la otra, y así, que en leyendo la prensa, que hoy tocaba como tocó ayer, leo un par de cosas que me llaman la atención. Del ABC, rescato la noticia del trío calavera este que rompió la disciplina de partido y que se niega a devolver su acta de diputado. Quedense con estos nombres: Joan, Marina y Núria, tal vez algún día estén unidos a la palabra de moda: doctrina. Y por otro lado, esto es tremendo, según una encuesta publicada en el diario “El Mundo” realizada por Intermón Oxfam, las veinte personas más ricas de España IGUALA los ingresos del 20% de la población pobre. (Pausa dramática) Hay que digerir bien la noticia. Aún diría más, hay que masticar bien estas noticias, sean totalmente ciertas o no. (Ya sabemos, la subjetividad del que escribe que haga cargar la noticia y la balanza a un lado u otro, según le convenga o lo crea de justicia).

Pero no daré mi opinión, hoy no me apetece. Interpelo a la inteligencia de las personas, que no a la de las cosas, que decía don Juan Ramón Jiménez, para que cada uno deje de urgarse el dedo en la nariz y tome su propio posicionamiento. Aunque, tengan claro, que esto no es una lección magistral, ni para sentar cátedra. No quiero parecer el más listo de la clase, o el único que se ha dado cuenta de ello. Yo sé que soy uno en el mar de todos que lo han visto, una gota más. Esta es la forma que tengo de patalear. Ahora mismo, soy un jabalí herido que busca encarnizada y ciegamente al ejecutor de tanto dolor.

 ¿Quién puede ahora pensar que Gamonal no es sino una chispa en este caldo de combustible? Una Bastilla a punto de eclosionar. ¿Cómo es posible que sigamos manteniendo ecuaciones tan dispares donde los ricos son menos pero más ricos, y los pobres son más en número y menos en ingresos? Pero hay más preguntas, en esta Bastilla particular que me trazado, y a cada cual atiendo con menos paciencia y más cólera en busca de una respuesta y solución.

 Templaza, maese, templanza dicta cabeza a pecho. Mas el tiempo de la templanza como el de la poesía se ahogan en aguas revueltas, me repito.

 “Concibo en la especie humana dos clases de desigualdades: la una que considero natural o física, porque es establecida por la naturaleza y que consiste en la diferencia de edades, de salud, de fuerzas corporales y de las cualidades del espíritu o del alma, y la otra que puede llamarse desigualdad moral o política, porque depende de una especie de convención y porque está establecida, o al menos autorizada, por el consentimiento de los hombres. Ésta consiste en los diferentes privilegios de que gozan unos en perjuicio de otros, como el de ser más ricos, más respetados, más poderosos o de hacerse obedecer”.
“Discurso sobre el origen de la desigualdad”, Jean-Jacques Rousseau

martes, 7 de enero de 2014

Mierda de Todo

A estas horas, miembros del Instituto Armado, siguen la pista del Rey Baltasar, el cual ha sido denunciado por una vecina de Cartaya (Huelva). La vecina, que ha sufrido un traumatismo cráneo – encefálico, recibió el impacto de un “peonazo”, que supuestamente se lanzó desde la carroza del Rey Baltasar… ni que decir tiene, que cuando se miro al espejo esta mañana, Su Majestad, lo vio todo negro. Y no es el único monarca que se ha levantado con la perilla y el flequillo revirado. Pues a más de uno le habrán pitado los oídos por activa y pasiva, y de manera, maldiciente. Porque, en este país, otra cosa no, pero ver la paja en el ojo ajeno es de especial vocación materia.


Las entrañables fiestas navidadeñas han llegado a su fin. Y el balance ha sido inquietante… en España seguimos con el paro, con la corrupción, con la pobreza y los desahucios. En el mundo, seguimos con un cóctel variado, con un poco de todo y mucho de nada, donde muchos somos menos que cero y pocos más que nadie. Seguimos viviendo en un mundo de clases, léase: sociales, donde los muchos, todos pobres somos iguales ante una ley, que protege a los pocos que son más que nadie, o sea más que los muchos y por ende que el todo. Y es así, aunque parezca un embrollo. Coja la idea que es, realmente, lo que importa. Estamos en un mundo donde pisar mierda es para privilegiados, porque la mierda es el todo, donde habitan los muchos pero no los pocos, que al fin y al cabo son los que pisan. Un mundo donde la clase media, también, se está yendo a la mierda, y donde la distancia entre dos puntos A y B es tan extremandamente exagerada, que ya nadie la recorre. Pero alguien debería recorrerla… Es cierto que se alzan muchas voces. Yo, el primero. A mí, desde aquí, en mi butacón, cerquita de la calefacción, oliendo a café la estancia, y con el mar salvaje y enfurecido en la estepa marina gallega, a mí, se me oye el primero. Incluso, habrá quien me escuche. Pero no nos equivoquemos, eso no vale. Es igual que mi oronda vecina con tacones a las dos de la madrugada haciéndose oír, no es un derecho constitucional y una libertad individual; lo que es, es una “hijoputada”, falta de respeto y educación, y sobre todo, mucha mala baba. Este relato sólo es una válvula de presión por donde purgar. No sé si para no explotar yo, o con el ánimo de que no me explote en la manos una patata caliente, de esas, que pasa de uno a otro y que todos pasamos con los ojos cerrados. De esas, que al pasar, suspiras y dices: ¡listo, hasta otra! Como cuando eres el presidente de tu comunidad, y pasado tu año de legislatura, entregas el bastón de mando. Suspiras, y dices: “Ya era hora”. Y tus vecinos complacientes e hipócritas sonríen y asienten. “¿Era hora, sinvergüenza? Si te has tocado los cojones a dos bandas”, piensan. Porque, para ser muy sincero, ni hay erótica en el poder, ni nadie piensa que por ser presidente de tu comunidad tengas ni erótica ni poder. Está claro, esta composición es un acto reflejo para quedar bien de cara a la galería, dirigida a los muchos que engañados siguen escuchando canción protesta, y excitándose con los versos que surgen de la poesía social. Ya veo a esos perro – flautas, que la han empeñado para comprar tabaco de liar, dándolo todo, que no a todos; afilando el lápiz, mientras resuena una cantarina voz de pito que recita artículos de manifiesto. ¡Ays, mísero de mi! El retrato de Jean-Paul Sartre me mira fijamente. Sus ojos, tras los lentes, inquisitivos reprueban mi comportamiento. Lo sé, y lo siento. Le miro con ojos de perrillo abandonado, y dándo un rodeo, le tomo por sorpresa y le doy la vuelta. “Jean-Paul no es por ti, es por mi por lo que te oculto de tanta miseria”. Seguro, que ahora sí cobra más sentido “La náusea”. (No nos equivoquemos, no es lo mismo “La náusea” que una arcada”). Creo que he perdido el hilo argumental. Incluso, me atrevería a confesar que he perdido el norte en este insultante soliloquio, pero la intención era buena, por lo menos al principio. Lo único no razonable es que la culpa la compartimos muchos, cuando realmente, la deberían compartir los pocos, esos que son unos cabrones que se dedican a robar el todo, echarle la culpa a los muchos, y pisarnos como si fuéramos mierda.
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