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viernes, 22 de agosto de 2014

La toma de Baroña.


Corría el año 1789, cuando un grupo de hombres y mujeres resueltos tomaron la Bastilla, a la sazón una de las prisiones más terribles, señalada como el símbolo despótico de la monarquía francesa. Hasta ese día, 14 de julio, años de miseria y hambre habían asolado al pueblo llano, a ese que se levantaba a maitines, pero no para rezar, sino por el dolor de sus estómagos vacíos.

El hito, huelga decirlo, el coro en una sola voz de “libertad, fraternidad e igualdad” resonó como un eco lúcido y nuevo, que se extendió como el aire huracanado por todas las arterias de la tierra… marcando un antes, y un después.

Hoy me conmociono al leer el periódico, pero no porque la noticia se trate de una muerte, una violación, un atentando, una epidemia… de esas noticias, desgraciadamente, estoy asustado. Se trata de algo, que en siendo algo fútil, es al mismo tiempo un punto de inflexión de las libertades individuales y la tolerancia.

Es un síntoma más de nuestro denostado sino.

La playa de Arealonga, en el término municipal de Porto do Son y al lado del Castro de Baroña (un tesoro arqueológico ubicado en ese punto de la costa gallega), siempre ha sido foco de tensiones y tiranteces entre aquellos que preferían acudir a él vestidos o desnudos. Por supuesto, para aquellos que hemos conocido, visitado y “playeado”, no ha sido más que una anécdota ridícula e irrisoria entre pequeñas minorías absurdas.

Hoy, una minoría, o eso querré entender, ha ido un poco más lejos, escribiendo y señalizando en todas la zonas de acceso al arenal notas que subrayan no solamente su intolerancia, sino también en gran medida un gran complejo de inferioridad, además de una redacción terrible, incluso para un tipo que va desnudo.

Pero antes de avanzar, me gustaría decir que me parece ridículamente estúpido esa forma que tienen algunos nudistas de llamar “textiles” a los que llevan bañador…. Esa etiquetación no hace nada más que llevarnos a la conclusión de que sus pretensiones no pasan por ser una mera fantochada, trasnochada y antediluviana forma de pensar y proceder y para muestra un botón:

Estos días ha amanecido la playa con carteles cutres y de ortografía reprobable en la que se acusaba a los usuarios de la playa que portan bañador, de “mirones” y “sinvergüenzas” e incluso se atreven con los niños. Además, continúan su perorata indicando que ese arenal les pertenece… ¿Puede pertenecer a alguien algo público o es de todos los ciudadanos?... conminándolos a que se busquen otra playa. En fin…

Antes he hecho mención a un par de cuestiones que me parecen interesantes. Ahora, me gustaría desarrollarlas un poco, para que puedan ver, la conexión entre ambas. He hablado, no sé si con mucho o poco acierto, de que esto supone un punto de inflexión en lo que respecta a las libertades individuales y la tolerancia. ¿Qué le parecería al autor de estas notas que yo me parapetara en la calle donde vivo, y al grito de “no pasarán” pusiera una aduana, donde sólo podrían acceder aquellos individuos que tuvieran una determinada prenda de vestir o una determinada cualidad física? Soy yo, ¿o esto recuerda a lo que ocurrió en la Alemania de Hitler, o en los autobuses segregados de sur de Estados Unidos, o en Sudáfrica? Sí, lo reconozco puedo estar exagerando, pero dónde acaba la exageración y aparece la imprudencia de la segregación.

Podemos sacar dos lecturas:

La primera y más plausible, un idiota sin educación, frustrado y sin recursos mentales, que se ha querido anotar un tanto escribiendo, y mal, notas intimidatorias.

O, el discurso fácil y gratuito de un grupo, esperemos que minoritario, de una élite de intolerantes proxenetas de la libertad que buscan tener su propio feudo.

Y una cosa lleva a otra, me hace pensar en todos aquellos franceses que armados con antorchas y horquillas se echaron a las calles de París en busca de su libertad y tomaron la Bastilla, que con su caída, trajo la caída de un estilo de vida que hasta hacía poco representaba la imperio del mal y la riqueza por encima del hombre y sus necesidades. Y también, me vino a la mente el nombre de Vivian Malone Jones, que en 1963 fue una de las dos primeras personas de raza negra en matricularse en la Universidad de Alabama. O tal vez, en tu abuelo, o mi padre o tu hijo, que más allá de su comodidad y su conformismo han salido, salen y saldrán a la calle a pelear por la libertad de todos y para todos al precio que sea, aunque sea llevando un bañador.

“Tal vez, haya batallas más importantes que ganar, pero no podemos permitirnos el lujo de perder Baroña, porque sería perder un pedacito de nuestra libertad”.

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